A lo largo de mis últimos textos he repetido varias veces el nombre de una escuela de pensamiento originaria de Francia destacándola como uno de los más interesantes proyectos culturales que se están desarrollando en nuestros días: La llamada Nueva derecha.
Los orígenes de este movimiento se
encuentran en el año 1968 cuando Alain de
Benoist, padre espiritual de la nueva corriente, comenzara su labor
metapolítica en el GRECE (Grupo de
investigación y estudios para la civilización europea): Consciente de que
son las ideas las que determinan las épocas y la evolución histórica, este
autor decidió dedicar sus esfuerzos desde aquel decisivo año 1968 al desarrollo
de postulados teóricos nuevos, la mayoría de ellos centrados en torno a un fenómeno
histórico que, apenas perceptible hace medio siglo, hoy resulta evidente: La crisis de la Modernidad y, a través del lazo simbiótico que les une, la consiguiente crisis de la
civilización occidental que asumió aquel gigantesco proyecto mesiánico como
propio.
A pesar de sus inicios en la más
absoluta marginalidad ante la preponderancia
incontestable de la hoy extinta dualidad izquierda-derecha, esta nueva corriente de pensamiento fue adquiriendo cada vez mayor influencia hasta conformar el trasfondo teórico que se encuentra detrás del auge de los partidos identitarios que florecen hoy por toda Europa.
incontestable de la hoy extinta dualidad izquierda-derecha, esta nueva corriente de pensamiento fue adquiriendo cada vez mayor influencia hasta conformar el trasfondo teórico que se encuentra detrás del auge de los partidos identitarios que florecen hoy por toda Europa.
Mucho podría escribirse sobre la
Nueva derecha, en tanto que este grupo ha cobijado el desarrollo de trabajos y
postulados novedosos en muy variadas disciplinas de las ciencias sociales, pero
baste señalar aquí los elementos que considero que dotan a esta iniciativa de
una especial significación histórica:
1.
Crisis de la civilización occidental como fenómeno histórico clave que se coloca en el centro de su
reflexión.
2.
Crítica con la Modernidad, considerando fracasados
todos los movimientos surgidos de ella y cercana a su conclusión como era
histórica (La Posmodernidad marca ese ocaso profetizado por la Nueva derecha)
3. Voluntad de repensar
la civilización europea de manera original, al margen de los movimientos
políticos y de pensamiento de su tiempo o precedentes, véase la derecha
liberal, la tradicionalista, la fascista o las visiones de izquierda.
4.
Multidisciplinar, al contar con filósofos,
historiadores, antropólogos, …
Podríamos citar más que estos cuatro puntos básicos pero prefiero remitir directamente al lector a una obra publicada por el propio Alain de Benoist junto a Charles Champetier con la que pretenden resumir de manera accesible qué es la Nueva derecha y cuáles son las líneas principales de sus pensamientos: "Manifiesto por un renacimiento europeo".
En este breve texto se nos ofrece
una visión de conjunto para poder
comprender de manera sencilla de qué estamos hablando cuando citamos a la Nueva
derecha: En menos de cincuenta páginas Alain de Benoist nos resume cuál es la
naturaleza de su escuela (Introducción),
qué es la modernidad y por qué agoniza (Situaciones),
en base a qué instituciones humanas se debe plantear una alternativa al modelo
de civilización que decae (Fundamentos)
y la posición de la Nueva derecha en las grandes encrucijadas que se
nos presentan en los inicios del siglo XXI (Orientaciones).
Profundizar más en estas cuestiones supondría destripar el contenido del manifiesto, por lo que me limito a recomendar al lector a que se acerque de
primera mano al texto original.
Dicho ésto, no me gustaría cerrar
esta reseña sin señalar algunos puntos en los que no puedo mostrarme sino en claro desacuerdo con Alain de Benoist y con
otros autores de su órbita.
Ello no me impide reconocer la valiosa impronta dejada por su trabajo sobre el plano de las ideas y la enorme variedad de caminos abiertos por el esfuerzo de replantearse la historia y naturaleza de Europa desde una nueva visión: Si tuviese que destacar algún elemento de la Nueva derecha, sería su vocación de analizar los problemas que aquejan a Occidente con una mirada clara y alejada de criterios nostálgicos anclados en el pasado.
Ello no me impide reconocer la valiosa impronta dejada por su trabajo sobre el plano de las ideas y la enorme variedad de caminos abiertos por el esfuerzo de replantearse la historia y naturaleza de Europa desde una nueva visión: Si tuviese que destacar algún elemento de la Nueva derecha, sería su vocación de analizar los problemas que aquejan a Occidente con una mirada clara y alejada de criterios nostálgicos anclados en el pasado.
Esta amplitud de miras, sin
embargo, y recalco que aquí va una opinión personal, les ha llevado a incluir
en su ideario demasiados elementos tomados de la izquierda para esgrimirlos en
su crítica al capitalismo. Vayamos con ellos.
Condena del vil metal
Alain de Benoist es, en sus propias
palabras, un defensor de las
diferencias, pues considera que son éstas las que nos constituyen como
individuos y resultan imprescindibles para poder hablar de pueblos, naciones y
civilizaciones. La Mundialización resulta por tanto uno de los mayores males de
nuestro tiempo, pues amenaza con homogeneizar no ya a comunidades concretas,
sino al planeta entero.
Esta reivindicación totalmente
cabal de las diferencias la combina, de manera un tanto contradictoria, con una
crítica a las diferencias sociales
derivadas de la posesión de riqueza.
Es cierto que algunas diferencias económicas no son justas, esto es algo evidente y más aún en un tiempo como el actual en el que el nivel de vida de los jóvenes empeora en
comparación con el de sus padres. Sin embargo, no creo que ésto deba llevarnos a una crítica general del criterio económico como sistema de estratificación social: es cierto que el dinero es a día de hoy el único criterio que sirve para jerarquizar la sociedad, pero al menos es un criterio. Frente a un proceso de igualación progresiva a escala global y al empuje de unas ideologías igualitarias que pretenden hacer de nuestras sociedades comunas similares a las colmenas de indiferenciados insectos, la existencia de jerarquías, por más que éstas se basen solo en la riqueza, resulta ser uno de los últimos diques de contención ante la presión igualitaria creciente.
Es cierto que algunas diferencias económicas no son justas, esto es algo evidente y más aún en un tiempo como el actual en el que el nivel de vida de los jóvenes empeora en
comparación con el de sus padres. Sin embargo, no creo que ésto deba llevarnos a una crítica general del criterio económico como sistema de estratificación social: es cierto que el dinero es a día de hoy el único criterio que sirve para jerarquizar la sociedad, pero al menos es un criterio. Frente a un proceso de igualación progresiva a escala global y al empuje de unas ideologías igualitarias que pretenden hacer de nuestras sociedades comunas similares a las colmenas de indiferenciados insectos, la existencia de jerarquías, por más que éstas se basen solo en la riqueza, resulta ser uno de los últimos diques de contención ante la presión igualitaria creciente.
Por si ésto fuera poco, la riqueza no resulta un criterio arbitrario
que nazca de la designación despótica de una élite o que se traspase
enteramente de manera hereditaria (A pesar de tener la herencia su importancia,
claro ésta), en tanto que la prosperidad
puede llegar a través del trabajo, las capacidades, el esfuerzo y, en
último término, el mérito.
Sí, la posesión y lucha por
la riqueza no sirve para constituir una sociedad meritocrática pura y la ciega
competencia capitalista ha provocado enormes convulsiones en el pasado. Nadie
viene a negar la evidencia. Ninguna construcción humana es perfecta y el liberalismo económico no viene a quebrar esta ley inamovible.
Simplemente quiero destacar que es sorprendente que un movimiento que se declara defensor de las diferencias desarrolle una crítica tan primaria
hacia el sistema económico capitalista por generar una estratificación social
basada en la riqueza.
Estados Unidos como el Gran Satán
Quizá partiendo desde la crítica al
capitalismo ya explicada, la Nueva derecha también destaca por su
anti-americanismo. Su posición puede llegar a entenderse en tanto que Estados unidos ha sido históricamente la
gran potencia capitalista, exportador del modelo de globalización liberal y
además una fuerza imperial que ha llegado a colocar a Europa bajo su órbita a
partir de la Segunda guerra mundial.
Tales evidencias no implican que no estemos hablando de un país occidental y, lo que es más, de la última nación occidental capaz de oponerse aun a las grandes potencias asiáticas en auge.
Tales evidencias no implican que no estemos hablando de un país occidental y, lo que es más, de la última nación occidental capaz de oponerse aun a las grandes potencias asiáticas en auge.
Ante el hundimiento de la
civilización occidental pretender buscar una solución prescindiendo de la única potencia europea (Entiéndase aquí
el término en un sentido étnico) que conserva capacidad de influencia a escala
planetaria resulta ridículo a mis ojos. Si Occidente supera este trance histórico lo hará
junto a Estados unidos, no contra él, y más que posiblemente con este país
jugando un papel fundamental: Baste ver el giro
identitario que ha dado el mundo desde la elección de Donald Trump.
Cristianismo como origen último de la Modernidad
En su crítica hacia los criterios
de igualdad, individualismo, universalidad y progresismo la mayoría de
integrantes de la Nueva derecha retroceden
hasta el cristianismo, por considerar a esta religión la matriz de todos
estos conceptos que, una vez secularizados, se convirtieron en los pilares
maestros de la Modernidad. Esta postura de la Nueva derecha no es tan nueva, ya
que muchos autores del pasado siglo hablaban del Cristianismo como del bolchevismo de la antigüedad. No vamos a
profundizar en esta cuestión ya que espero desarrollarla en futuros textos, pero tal como ocurre con los anteriores puntos
recogidos, creo que la Nueva derecha cae en una crítica bastante simple y superficial a la hora de enjuiciar al cristianismo histórico.
Reza un célebre refrán que cuando
dos personas están siempre de acuerdo en todo, quiere decir que una de ellas no
está pensando. Misma advertencia podría lanzarse a
aquellos que comulgan de manera cerril con un movimiento por el simple hecho de que éste se presente como una alternativa al actual estado de cosas.
aquellos que comulgan de manera cerril con un movimiento por el simple hecho de que éste se presente como una alternativa al actual estado de cosas.
Así, mi reconocimiento a la importancia,
casi me atrevería a decir necesidad, de
los trabajos y desarrollos teóricos de la Nueva derecha, no me impiden señalar
puntos dentro de su amplio universo con los que no estoy de acuerdo, que
resultan ambiguos o son superficiales.
Para que sea el lector el que pueda determinar qué toma y qué deja de las numerosas aportaciones de la Nueva derecha, reitero mi recomendación del breve "Manifiesto por un renacimiento europeo" en el que representantes de la propia escuela hacen el esfuerzo de resumir cuales son los rasgos principales de su pensamiento con el fin de facilitar su comprensión y divulgación.
Programa de Podcast de Platón regresa a la Caverna hablando sobre la Nueva derecha
Para que sea el lector el que pueda determinar qué toma y qué deja de las numerosas aportaciones de la Nueva derecha, reitero mi recomendación del breve "Manifiesto por un renacimiento europeo" en el que representantes de la propia escuela hacen el esfuerzo de resumir cuales son los rasgos principales de su pensamiento con el fin de facilitar su comprensión y divulgación.
Programa de Podcast de Platón regresa a la Caverna hablando sobre la Nueva derecha
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