Democracia y nihilismo. Vida y obra de Nicolás Gómez Dávila, de José Miguel Serrano Ruiz-Calderón
Hay escritores que parecen provenir de la nada, que brotan imprevisiblemente de ambientes que les son ajenos sin haber sido preparados por nada ni por nadie, sin precedentes, sin pertenencias o señales de reconocimiento útiles para definirlos. Excéntricos, incómodos, irregulares, son inclasificables e inconfundibles. Por la manera como escribe y por aquello que escribe, este autor se cuenta sin duda entre ellos.
Hay escritores que parecen provenir de la nada, que brotan imprevisiblemente de ambientes que les son ajenos sin haber sido preparados por nada ni por nadie, sin precedentes, sin pertenencias o señales de reconocimiento útiles para definirlos. Excéntricos, incómodos, irregulares, son inclasificables e inconfundibles. Por la manera como escribe y por aquello que escribe, este autor se cuenta sin duda entre ellos.
Con estas enigmáticas palabras
definía Franco Volpi al autor que será hoy objeto de nuestro comentario.
Certera descripción que nos sirve para contextualizar a un escritor y a una
obra cuyo rasgo más característico es el de la originalidad: Nicolás Gómez Dávila logró, no sé si gracias o a
pesar de su pesimismo ontológico, hacer de su obra escrita única el eje de su
vida, lo que independientemente de la valoración de hagamos de ella ya lo
convierte en un referente para los que disfrutamos de la lectura y el
pensamiento.
Pero, ¿Qué nos lleva a otorgar a este
autor colombiano la categoría de creador
original y único? La respuesta
la encontramos atendiendo a las dos grandes áreas que siempre componen una obra
escrita: La forma y el fondo.
La forma, el aforismo, la cita, la nota breve, lo que el propio Gómez
Dávila llamó el Escolio; el fondo, la condena de la Modernidad y la
nostalgia por la perdida era cristiana. Estos dos rasgos, forma y fondo,
alcanzan una perfecta armonía difícil de describir en los textos
gomezdavilianos.
A pesar de que sus primeros aportes,
las llamadas Notas, fueron realizados
en la forma de ensayos breves, pronto Gómez Dávila pasó a recoger su ingente
obra escrita en aforismos: Sentencias
que, a pesar de su brevedad y su carácter conciso, encierran máximas que
empujan de manera inevitable al lector hacia una reflexión íntima y en
ocasiones paralizante. Este género, cultivado también por otros autores,
alcanza su máxima cota de esplendor con nuestro colombiano.
Desentrañar el pensamiento de Gómez
Dávila a través del análisis de estos aforismos
o Escolios es una tarea que
reviste de una gran dificultad: Todos ellos fueron surgiendo en su mente al hilo de la lectura de los más de treinta
mil volúmenes que acabaría por reunir en su biblioteca, una de las mayores
colecciones privadas de todo Colombia, sin aclararnos en ningún caso que autor
o que texto inspira cada aforismo: El título de su obra, Escolios a un texto implícito, ya nos informa de que este enigma no
quedará resuelto.
En sus horas de solitario estudio
se relacionó con numerosos autores de diversa nacionalidad y variada adscripción
ideológica pero entre los que sobresalían los
tradicionalistas y los paladines de la resistencia a la Modernidad. El propio Gómez Dávila, a pesar de ser inclasificable como nos dice Volpi, recibiría pronto la marca de la Bestia de reaccionario, en un vano intento por parte de sus críticos de etiquetar y circunscribir bajo una sola palabra a un autor y una obra ciertamente inabarcables.
tradicionalistas y los paladines de la resistencia a la Modernidad. El propio Gómez Dávila, a pesar de ser inclasificable como nos dice Volpi, recibiría pronto la marca de la Bestia de reaccionario, en un vano intento por parte de sus críticos de etiquetar y circunscribir bajo una sola palabra a un autor y una obra ciertamente inabarcables.
Nuestra recomendación desde aquí es
la de sumergirse directamente en los miles de escolios que Gómez Dávila redactó a lo largo de su vida al hilo de
sus lecturas, pero si el lector quiere saber más sobre este fascinante
personaje de vida casi desconocida y de su complejo pensamiento le propongo la
lectura del texto de José Miguel Serrano
Ruiz-Calderón Democracia y nihilismo. Vida y obra de Nicolás Gómez Dávila.
Este trabajo del profesor
Ruiz-Calderón ostenta la categoría de libro de referencia por su gran calidad
y por ser el estudio de la vida y obra de Gómez Dávila más completo que existe
actualmente en castellano, características que lo vuelven imprescindible para todo
aquel que quiera acercarse a un autor que sigue siendo un gran desconocido,
algo que desde luego no le provocará insatisfacción ninguna allá donde esté pues
él siempre lo quiso así.
El estudio comienza adentrándose en
la juventud del escritor colombiano transcurrida en Francia, país donde más que
posiblemente comenzó a recibir las primeras influencias que determinarían su posición filosófica
y existencial futura: Resulta significativo que la mayor parte de su biblioteca esté compuesta por ediciones francesas,
por no hablar
de la posesión de numerosas obras de autores de esa nacionalidad como los miembros de Acción francesa o los contrarrevolucionarios. Desde esa fase inicial, y tras su regreso a Colombia, conocemos, con toda la profundidad que el propio Gómez Dávila permitió, sus rutinas cotidianas y la división de su existencia entre dos grandes esferas: La pública, con la vida social cultivada en los círculos criollos de Bogotá; y la privada, la auténtica vida según Gómez Dávila, en la que el llamado Solitario de Dios se retiraba como un asceta para dedicarse a la lectura hasta la madrugada y a la redacción de los escolios con los que hacía cristalizar las reflexiones que le iban asaltando el pensamiento según recorría las incontables páginas que acabaron por acumularse en su biblioteca.
de la posesión de numerosas obras de autores de esa nacionalidad como los miembros de Acción francesa o los contrarrevolucionarios. Desde esa fase inicial, y tras su regreso a Colombia, conocemos, con toda la profundidad que el propio Gómez Dávila permitió, sus rutinas cotidianas y la división de su existencia entre dos grandes esferas: La pública, con la vida social cultivada en los círculos criollos de Bogotá; y la privada, la auténtica vida según Gómez Dávila, en la que el llamado Solitario de Dios se retiraba como un asceta para dedicarse a la lectura hasta la madrugada y a la redacción de los escolios con los que hacía cristalizar las reflexiones que le iban asaltando el pensamiento según recorría las incontables páginas que acabaron por acumularse en su biblioteca.
Pero,
¿Por qué es importante conocer a Gómez
Dávila?
En
tiempos como los actuales resulta casi obligado acercarse a los grandes pesimistas de la filosofía. Esos
autores que, aceptando su condición de marginados por su certera
crítica a los falsos ídolos de la Modernidad y el Progreso, auguraron futuros distópicos cuando las ideologías contemporáneas aún tenían el suficiente empuje y capacidad de movilización como para convencer a los ciudadanos de Occidente de la futura llegada de Paraísos terrenales. El tiempo acabaría por darles la razón.
crítica a los falsos ídolos de la Modernidad y el Progreso, auguraron futuros distópicos cuando las ideologías contemporáneas aún tenían el suficiente empuje y capacidad de movilización como para convencer a los ciudadanos de Occidente de la futura llegada de Paraísos terrenales. El tiempo acabaría por darles la razón.
En
futuros artículos serán reseñadas otras obras de ese heterogéneo grupo que aquí hemos llamado los pesimistas (Etiqueta genérica que
nos permite incluir a autores no adscritos necesariamente al pensamiento
tradicionalista), pero es imprescindible conocer a Gómez Dávila, en la medida
que nos permita la inmensidad de su obra, al ser quizá el que más destaca dentro
de tan selecta corriente y por funcionar su obra como un auténtico cruce
de caminos en la historia de la filosofía:
Sus Escolios son la conexión entre los viejos pesimistas, aquellos que desde el tradicionalismo y posturas
contrarias a la Modernidad cargaron contra las corrientes progresistas de los
siglos XIX y XX; y los pesimistas nuevos
o actuales, aquellos que han podido confirmar a través de su vivencia
personal el ocaso de la Modernidad a partir de la entrada del siglo XXI, la
inauguración de la Posmodernidad, la superación de todas las promesas de las grandilocuentes
utopías modernas y el nacimiento del ciudadano occidental situado en la nada ante la destrucción de la
metafísica y los desengaños con respecto a las ideologías.
Gómez
Dávila es, a este respecto, el vaso
comunicante que conecta las dos etapas en la que históricamente puede dividirse
la crítica a la Modernidad y al Mito del progreso: Los viejos pesimistas son los que componen su ingente biblioteca y de
cuya lectura surgieron muchos de sus escolios; los nuevos son los que, conociendo o no al propio Gómez Dávila, han
venido a confirmar sus peores pronósticos (Véase entre otros a Houllebecq,
autor que será comentado en un futuro próximo y que posee no pocos puntos en
común con nuestro colombiano)
Esta
división entre viejos y nuevos críticos
de la Modernidad es un tanto arbitraria, como todas las divisiones
practicadas sobre el continuo discurrir histórico, pero la consideramos válida
y útil a la hora de clasificar las críticas al mundo moderno ante los cambios
producidos por tres hitos fundamentales
que alteraron para siempre el desarrollo de la civilización europea: En
orden cronológico serían el Concilio
Vaticano II, que rinde la Iglesia a la Modernidad y anula cualquier
posibilidad de desarrollo al pensamiento tradicionalista (Enlace a La Corona perdida y la cruz olvidada); el Mayo francés y todas sus réplicas internacionales, que con sus
planteamientos sobre la sexualidad, la liberación de los impulsos y su
encumbración del Deseo suponen la última revolución moderna; y por último la caída de la Unión soviética, hito que
marca el avance ya irrefrenable de la Globalización liberal-capitalista a
escala mundo.
Ante
las numerosas aristas que posee la Modernidad y la más que notable evolución
que ésta ha tenido a lo largo de los más de dos siglos que nos separan de la
Ilustración nos obliga a practicar esta división historiográfica, que podría
ser complementada por otras, y que nos sirve no solo para parcelar y estudiar
las corrientes pesimistas sino cualquier dinámica histórica que se desarrolle en
esos siglos. Dejemos por ahora esta cuestión puramente metodológica para decir
un par de palabras más sobre Gómez Dávila con la que cerrar este artículo.
Bastantes
más de dos palabras podrían decirse de este escritor colombiano, a destacar
sobre su particular cristianismo o de su visión del hombre y de la historia,
pero tan solo estaríamos haciendo perder el tiempo a un lector que podría
emplearlo en acercarse de primera mano a los Escolios o la biografía aquí recomendada. Es por ello que dejaremos por ahora esta reseña a la
espera de futuras recomendaciones de nuevos autores y textos con los que los
lectores de esta página puedan, si así lo desean, ampliar su biblioteca.
Sin
más, cerrar este texto trayendo a colación uno de esos aforismos que por
humilde no deja de sorprender a quienes nos hemos acercado a su legado:
Estas notas no
aspiran a enseñar nada a nadie, sino a mantener mi vida en cierto estado de
tensión.
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