Si hay una pesada losa que nuestro
pueblo carga sobre sus espaldas, esa es sin duda la Leyenda negra. Esta condena, similar a un
mal genético que pasa de padres a hijos y del que es imposible librarse, sigue
firmemente aferrada a las mentes y almas de los españoles, como una hiedra que
amenaza con ahogar al árbol. Ya en otro artículo analicé su origen e inoculación en los espíritus de la población, por
lo que hoy ahondaremos en otras cuestiones también importantes que rodean este tema crucial.
Lo primero que he de aclarar es que
el término Leyenda negra no acaba de
dejarme satisfecho: Por un lado, alude de manera indirecta a su carácter exógeno, es
decir, a su origen fuera de España; y por otro, el calificativo de Leyenda, evoca más bien a tiempos remotos que se pierden en las
sombras de la historia. Nada más lejos de la realidad: la naturaleza de este
mal es puramente endémico y tiene poco de legendario, ya que es perfectamente
tangible: está plenamente interiorizado por la población, sobre todo a raíz del
tan aplaudido como nocivo Regeneracionismo,
movimiento intelectual que basó gran parte de sus postulados en preceptos
negrolegendarios. España tiene una historia enferma de la que hay que
emanciparse.
En un grande, doloroso incendio
habríamos de quemar la inerte apariencia tradicional, la España que ha sido, y
luego, entre las cenizas bien cribadas, hallaremos como una gema iridescente,
la España que pudo ser. Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote
Una de las principales pruebas de la vitalidad y fuerza de este fenómeno es su
capacidad de transformación y de adaptación a tiempos cambiantes: Este edificio
construido a base de tópicos no ha permanecido estático desde el siglo XVI, ni
siquiera desde el XX cuando fue desarrollado por Joaquín Costa u Ortega, sino
que está continuamente mutando su naturaleza y sus principios básicos. La
Leyenda negra es camaleónica. Y la cosa va más allá, porque ha llegado a
adquirir una relevancia y una preponderancia de tal calibre que posee incluso autonomía y naturaleza propias: Es ya independiente de los autores que la
esgrimen e incluso de los que la niegan.
Está continuamente transformándose
al son de las épocas: Ayer, reivindicaba los
tópicos sobre el atraso español, el cainismo hispano o la belicosidad genética de nuestro pueblo; hoy, presenta a España como catolicona, reaccionaria y carca, a pesar de que, tal como hemos podido comprobar, estamos ante el país más progresista de occidente. Mientras tanto, continúan indisolubles las fábulas sobre los supuestos genocidios de los conquistadores patrios. Así es la Leyenda negra, con mitos que son auténticas líneas maestras que se perpetúan durante siglos, complementados con otros nuevos que van apareciendo según se suceden los siglos.
tópicos sobre el atraso español, el cainismo hispano o la belicosidad genética de nuestro pueblo; hoy, presenta a España como catolicona, reaccionaria y carca, a pesar de que, tal como hemos podido comprobar, estamos ante el país más progresista de occidente. Mientras tanto, continúan indisolubles las fábulas sobre los supuestos genocidios de los conquistadores patrios. Así es la Leyenda negra, con mitos que son auténticas líneas maestras que se perpetúan durante siglos, complementados con otros nuevos que van apareciendo según se suceden los siglos.
Pero no queda ahí la cosa: Tal como
vimos, este fenómeno está dotado de autonomía y su particular potencia es tal que
ha llegado a generar, a modo de contestación, a su némesis: La Leyenda rosa.
Este reverso patriotero presenta, a su vez, las mismas características
que su gemelo siniestro, a destacar la capacidad de mutabilidad, conformándose así
un enfrentamiento dialéctico que
Dios sabe hasta cuándo puede propagarse. Estamos presenciando la lucha maniquea
entre dos fuerzas antagónicas.
¿Pero en qué se basa este siamés amigable de la Leyenda negra?
proyecto de hermanamiento ultramarino e incluso global: El Imperio no habría sido el resultado de una expansión militar y política, sino más bien de un ideal de corte católico que impulsaba la difusión del Evangelio y que aglutinaba a pueblos y naciones enteras.
Partiendo de esa idea que hace de
columna vertebral, se da respuesta a toda la Leyenda negra, sustituyendo las
denuncias de los crímenes y matanzas imperiales por proyectos e ideas
humanitaristas.
Frente al pensamiento racialista de
los siglos XIX y XX, raza universal hispana; frente a la denuncia de la
explotación económica marxista, derechos laborales en el Imperio español; contrapuesta a la tiranía de las minorías de nuestra época, las tierras de ultramar
como origen de los Derechos humanos y el Liberalismo, … ¡La delicia de
cualquier hegeliano!
Esta instrumentalización del pasado
hispano no se utiliza simplemente para defenderse de los ataques de ciertas
ideologías, sino que también se esgrime
para ensalzar a España frente a otras potencias, llegando muchas veces a
extremos ridículos: Sin ir más lejos, es bien conocida la oposición entre el
imperio creador hispano-católico y el extractor británico-protestante.
La Leyenda rosa, como la negra, lo
resiste todo, y puede oponerse a cualquier tópico, pero eso sí, valiéndose de
nuevos tópicos, en una dialéctica que, exactamente igual que las del siglo
pasado, no deja de ser un gigantesco castillo en el aire a base de principios
teóricos y filosofemas sin fundamento.
Y es que a pesar de todo, la
realidad es tozuda y, tal como nos indica la lógica, el Imperio español no fue una ONG. Digámoslo claramente: Maeztu estaba equivocado.
La idea a de la Hispanidad como
hermandad fue planteada y desarrollada, sí, pero en los siglos XIX y XX. No
existía como tal en los años del Imperio. La existencia de una legislación de
protección hacia los indios, que efectivamente existió, no implica ni mucho menos la existencia de lo que muchos autores proponen hablándonos de hermandad, ni justifica estirar la realidad hasta extremos
grotescos.
El Imperio español fue un imperio de españoles, y desde luego no se
consideraba iguales a los pueblos sometidos por él, por muy sincera que hubiese
sido su conversión
al Catolicismo o por rápida que fuese la aculturación indígena.
Los ejemplos son muchos, pero baste citar la pictocracia americana, es decir la jerarquización social según el color de la piel; la reivindicación de los criollos durante siglos de su ascendencia hispana; los cuadros de castas, que registraban los diferentes tipos de matrimonios mixtos; la moda criolla de dejarse crecer la barba al ser los indios imberbes; y cientos de ejemplos más que obviaremos por no extendernos. Señalar simplemente una prueba que continúa presente hoy: En Latinoamerica sigue existiendo una brecha étnica entre criollos e indígenas, que ha pervivido más allá de las independencias y continúa plenamente vigente.
al Catolicismo o por rápida que fuese la aculturación indígena.
Los ejemplos son muchos, pero baste citar la pictocracia americana, es decir la jerarquización social según el color de la piel; la reivindicación de los criollos durante siglos de su ascendencia hispana; los cuadros de castas, que registraban los diferentes tipos de matrimonios mixtos; la moda criolla de dejarse crecer la barba al ser los indios imberbes; y cientos de ejemplos más que obviaremos por no extendernos. Señalar simplemente una prueba que continúa presente hoy: En Latinoamerica sigue existiendo una brecha étnica entre criollos e indígenas, que ha pervivido más allá de las independencias y continúa plenamente vigente.
La idea de la Hispanidad, desarrollada por Maeztu especialmente pero
que fue
tomada del sacerdote Zacarías de Vizcarra, en realidad fue una respuesta al contexto de su tiempo: Por un lado, la contraposición entre el poder imperial de Europa en el siglo XX y la aparente debilidad de España, llevó a esta reivindicación extrema del pasado y la tradición. En conexión con lo anterior, también fue una respuesta a las teorías raciales en boga en aquel momento por todo el continente: Por una parte, las surgidas al calor de la convivencia entre europeos y los pueblos colonizados de todo el Planeta; pero también ante la idea de la superioridad de las razas germánicas sobre las latinas que tomó fuerza tras la victoria alemana sobre Francia y la estadounidense sobre España, a lo que Maeztu y su escuela contestó plateando la raza hispana como una categoría espiritual y no biológico-genética
tomada del sacerdote Zacarías de Vizcarra, en realidad fue una respuesta al contexto de su tiempo: Por un lado, la contraposición entre el poder imperial de Europa en el siglo XX y la aparente debilidad de España, llevó a esta reivindicación extrema del pasado y la tradición. En conexión con lo anterior, también fue una respuesta a las teorías raciales en boga en aquel momento por todo el continente: Por una parte, las surgidas al calor de la convivencia entre europeos y los pueblos colonizados de todo el Planeta; pero también ante la idea de la superioridad de las razas germánicas sobre las latinas que tomó fuerza tras la victoria alemana sobre Francia y la estadounidense sobre España, a lo que Maeztu y su escuela contestó plateando la raza hispana como una categoría espiritual y no biológico-genética
Finalmente, es también la réplica a la propia intelectualidad
española, especialmente al Regeneracionismo ya comentado, tratando de poner
coto a la condena del pasado y de las tradiciones españolas por parte de estos
intelectuales.
Mis planteamientos en torno al tradicionalismo español y su posible vigencia quedaron resumidos en otro artículo, con lo cual no me extenderé en la cuestión, simplemente decir que el pensamiento
de Maeztu y de Acción española debe
ser revisado para ver donde se acercaron más a la verdad y donde cayeron en
exageraciones y excesos, como es este caso.
No trato con este artículo de echar por tierra todo el pensamiento del que posiblemente fue el mejor ensayista español de la primera mitad del siglo XX, pero si me opongo frontalmente a su idea de la hispanidad y del imperio que, tal y como hemos visto, respondía a la circunstancia de su época y no a una realidad histórica tal como nos demuestran los muchos estudios actuales sobre el tema.
No trato con este artículo de echar por tierra todo el pensamiento del que posiblemente fue el mejor ensayista español de la primera mitad del siglo XX, pero si me opongo frontalmente a su idea de la hispanidad y del imperio que, tal y como hemos visto, respondía a la circunstancia de su época y no a una realidad histórica tal como nos demuestran los muchos estudios actuales sobre el tema.
El método histórico, por lo que éste tiene de objetivo y frío, debe
servir para derribar la Leyenda negra y liberar las conciencias de nuestra
gente de esa lacra que es la condena sistemática del pasado protagonizado por
nuestros padres y abuelos. Pero seamos serios: La verdad no debe reivindicarse únicamente cuando su preponderancia
nos beneficie. La ciencia histórica también debe
también servir para liberarnos de tópicos y mitos que abundan entre la población
patriota. Sin ir más lejos, Vox esgrime no pocos de los puntos de esta Leyenda
rosa y del inexistente hermanamiento transoceánico
En otras palabras y concluyendo ya,
nuestro rechazo a la Leyenda negra no puede llevarnos a plantear “teorías
espejo”, enfrentando el tópico contra el tópico, el mito contra el mito, la
exageración contra la exageración. Tan solo sobre los estudios objetivos, los conocimientos fundados y la verdad histórica, se puede crear algo serio y duradero en el tiempo.
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