¿Qué energía impulsa la
Historia? ¿Qué fuerza, visible o invisible, hace que una época venga seguida de
la siguiente? La escasez material, la Razón, fuerzas espirituales, el Progreso,
… El hombre siempre ha tratado históricamente de dar respuesta a esta cuestión
que se le escapa entre las manos dada su enormidad. Hoy, sin embargo, parece
que nos encontramos próximos a la resolución
de este enigma: Tras el desengaño global ante el fracaso de todas las
utopías modernas y la comprobación práctica de que Fukuyama estaba equivocado y
que no hemos alcanzado el “final de la historia”, podemos afirmar que son las ideas las que empujan al hombre.
Tal etiqueta, la de ideas, engloba
las categorías religiosas, las ideas políticas, los postulados económicos, el
desarrollo de las ciencias y un largo etcétera. El marxismo estaba, por tanto,
equivocado: No es la escasez y la lucha por los recursos lo que forma las fases
del materialismo histórico, y el propio marxismo es la prueba de ello, al haber
sido, sobre todo, un gigantesco movimiento intelectual. Ni siquiera el marxismo se explica por categorías marxistas, diría
Gómez Dávila.
Pero, ¿Y qué hay de
nuestra propia época? ¿Por qué la decadencia y derrumbe de Occidente? ¿Por qué
se cumplen los pronósticos de Spengler? Y si queremos centrar la atención en el
caso español, ¿Por qué demonios la nación agoniza? La respuesta es, de nueva,
la ya planteada: Las ideas y los
sistemas de pensamiento imperantes.
Haciendo un grosero
resumen sobre el contexto que nos ha tocado vivir, podemos decir lo siguiente:
Por un lado, la Modernidad está agotada.
Nadie cree ya en la utopía que los jacobinos del siglo XVIII afirmaban estar
construyendo. Pero tampoco en las promesas de Saint Simon, Comte o el propio Marx
con sus paraísos terrenales. Ni en los pronósticos de Fukuyama y su finalismo histórico caracterizado por la
lenta pero segura expansión de la democracia, del progreso y del bienestar
económico gracias al Capitalismo. La Modernidad
está en un callejón sin salida tanto a izquierda como a derecha (Permítanme
utilizar estas dos categorías que, como otras tantas cosas, están avanzando
hacia su desaparición)
Esta situación de absoluto
desamparo provocada por la ausencia de
Misión histórica entre los pueblos occidentales, se combina, ahora sí, con
el Imperio de las ideas de nuestro
tiempo, ese que comenzó a alzarse con un primer acto de aparición pública en
Mayo del 68, y que desde entonces ha ido extendiéndose hasta copar poco a poco
todos los medios de creación y difusión de la cultura en Occidente.
La caída del Muro de
Berlín, la des-sovietización de Europa oriental, el final de la Unión soviética
y la conversión de China en una potencia capitalista han supuesto el final del marxismo como sistema de
pensamiento y como experimento
político. Sin embargo, el imperio sobre las ideas y la cultura de la
Izquierda sobrevivió a aquel cataclismo que casi derrumba todos los sistemas
progresistas del Planeta. Las filosofías del mayo francés están más presentes
que nunca, y no como en el pasado siglo, en pequeños grupos de estudiantes,
intelectuales y reducidos círculos académicos, sino en todas las instituciones,
culturales y no culturales.
Y aquí es donde entra Identidad española.
No se puede volver al
Antiguo Régimen, las utopías modernas han resultado ser un vacío engaño, el
Marxismo ha arrastrado en su caída a todos los grandes paradigmas explicativos,
Occidente se enfrenta a sus enemigos históricos y a otros nuevos, la
Globalización amenaza con convertirnos en meras cifras de un mundo sin rostros,
la Unión europea se alza como un imperio burocrático capaz de subyugar a las
naciones de la vieja Europa, en la cultura son hegemónicas unas filosofías
prometeicas que pretenden emancipar al hombre de su propia naturaleza, … La
situación es, sin duda, catastrófica: Estamos
en el final de una era histórica (La modernidad) y parece que estamos
entrando en otra nueva que no estará exenta de convulsiones sociales y
políticas no vistas en Europa desde hace décadas.
Es el momento de ponerse a pensar. Si las ideas son las que
impulsan la historia, debemos emprender un gigantesco
esfuerzo intelectual para hacer diagnósticos y proponer curas. Debemos
replantearnos todo de nuevo. Busquemos las líneas maestras de la historia, de
nuestra historia, para conectar con unas esencias que se encuentran amenazadas.
Hay que volver a hacerse las grandes preguntas. No es este un manifiesto en
defensa de emanciparnos de la historia imitando a los que ya hemos señalado
como rivales en este mismo texto, sino más bien al contrario: Hay que mirar atrás,
sí, pero para poseer unos cimientos sólidos sobre los que construir un nuevo
edificio. O más que un simple edificio, una fortaleza que nos sirva de cobijo
ante los disturbios que vendrán con esa fase final de la Edad contemporánea que
llamados Posmodernidad (Más allá de la Modernidad, más allá de las falsas
utopías)
Y a esta tarea histórica, pretendemos contribuir
desde esta plataforma: Identidad española
pretende ser un laboratorio de ideas del que surjan claves de
interpretación, paradigmas explicativos, nuevas hipótesis, sistemas de
pensamiento y ensayos profundos y de relevancia. Y más que eso: Pretende ser el
punto de encuentro de una nueva
generación de autores patriotas que contribuyan al deber inexcusable que es
la creación de nuevas ideas que
permitan traer nuevos tiempos. Estos
objetivos son sin duda ambiciosos, pero esperamos que, planteados en el largo
plazo, puedan ir alcanzándose uno tras otro.
¿Estoy cayendo a lo mejor
también yo en un pensamiento utópico? Hay numerosas señales que invitan
seriamente a pensar que no: Brexit, Trump, Salvini en Italia, el Frente
nacional en Francia, Alternativa para Alemania, … Todos estos partidos y
personajes, hace bien poco meros grupúsculos marginales, están cosechando
tremendos éxitos con todo el aparato
mediático y cultural de la izquierda en contra. Fenómeno impensable no hace
ni diez años. Por primera vez los medios de masas fallan sus pronósticos (¿Las
encuestas buscan informar o influir?) Si los
medios progresistas, con sus capacidades casi omnipotentes, estaban en
contra del triunfo de las fuerzas citadas, ¿Cómo pudieron producirse? La única
respuesta es la que sigue: Se han venido desarrollando en los últimos años unos
medios alternativos que han logrado
rivalizar con los mass media. Estas
plataformas de información disidente son en lo individual pequeñas, pero, en
conjunto, han logrado dar una respuesta eficaz gracias al insondable Internet: La demonización del
patriotismo naciente desde los medios de masas no ha tenido todo el efecto
deseado.
A pesar de que en España
nos encontramos un poco por detrás en esta evolución, sin duda estamos en la
misma dinámica: Más de dos millones de votos para Vox, un partido marginado de manera radical en los grandes medios y
demonizado hasta extremos ridículos desde todos los altavoces posibles. Y todo
ello en España, donde ese imperio
cultural progresista goza de una hegemonía casi total, donde la cultura y
la educación ha sido entregada de manera deliberada a la izquierda y a los
separatismos, y posiblemente el país de nuestro entorno donde menos se ha
llevado a cabo el proyecto aquí planteado: El desarrollo de un universo de ideas patriotas.
Dejemos por ahora este
texto, que no pretende ser más que una mera introducción a un proyecto de largo
recorrido. Espero que, por lo menos, el objetivo
básico haya quedado claro: Vamos a dar la batalla de las ideas a la
Izquierda. Vamos a ir a combatirles en su propio terreno, el cultural, donde
han tenido un monopolio casi incontestable desde prácticamente los inicios del
siglo pasado. Vamos a intentar triunfar donde el pensamiento patriota lleva más
de un siglo de fracasos. Y vamos a ganar.
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